viernes, 16 de octubre de 2009

La treintañera

Qué fácil es hacer cambiar de opinión a alguien cuando se tienen buenos argumentos. Hasta ayer no estaba conforme con la distribución en farmacias de la pastilla del día después. Luego leí este espectacular post de "el sueño de la marmota". Tenéis el enlace permanente a la derecha de estas líneas, es realmente interesante.
La treintañera es una chica sensata. Siempre había pensado que lo de la píldora del día después no se podía tomar a la ligera, que había que tener cuidado con las adolescentes atolondradas capaces de liarse con cualquiera sin ni siquiera buscar un condón. Su prima la pequeña le preocupa; por mucha información sexual que le den, parece estar en las nubes, y no quiere verla con un tercer ojo desarrollado tras una sobredosis de hormonas a la décima vez que recurre a la pastillita por vaga y por inconsciente.

La treintañera es una chica sensata, pero un error lo tiene cualquiera. Claro, te pones a limpiar, cambias tus antibaby de sitio y luego se te olvida tomarlas. Y cuando te das cuenta ya es un poco tarde. La treintañera, con su contrato temporal y mileurista y su pseudonovio a-ratos-sí-a-ratos-no, tiene una cosa clara: un bebé no entra en sus planes. Así que decide acercarse a su centro de planificación familiar porque, como buena chica aplicada, sabe que es donde se supone que tiene que ir para que le informen y le ayuden.

Ah, pero esto no es un 7-Eleven. Esto cierra y ella no ha llegado a tiempo. Así que recurre al plan B y se acerca a Urgencias, donde un simpático doctor le informa de que está hasta las narices de atender a niñatas imprudentes y que no le piensa recetar nada. La treintañera, furiosa y avergonzada, decide esperar hasta la mañana siguiente.

Tras una noche en la que no pega ojo, consciente de que las horas van pasando y el tiempo juega en su contra, la treintañera vuelve a su centro de planificación familiar. ¿Tienes hora, querida? Pues no, no tenía previsto olvidar la píldora. ¡Doloreeeeeeeees, que dice esta chica que quiere la del día despuéeeeeeeeeeees! ¡Que si le puedes hacer huecooooooooooo!

Acércate a esa puerta y espera a que te atiendan, cielo. La treintañera, que empieza a
sospechar que todo esto es un complot destinado a torturar a quien ha osado olvidarse de una capsulita después de diez años tomándolas, atraviesa la sala entre las miradas curiosas de todos los presentes y aguarda paciente a que la llamen.

Una vez dentro, pregunta. ¿No era tan importante la información? Pues pregunta. Eficacia, efectos secundarios. Posibilidades de fallo. Si debe seguir con su píldora este mes o no. Las respuestas son desconcertantes: ni idea, no sé, no creo que vayas a quedarte embarazada y, de todas formas, viniendo casi 72 horas después seguro que ya lo estás; tú sabrás, bajo tu propia responsabilidad.

La treintañera coge el prospecto y se lo lee. Se toma la pastillita, delante de la eficaz ¿enfermera?, que le dice que está obligada a hacerlo en su presencia. Y, como premio, un preservativo. También es obligatorio. La treintañera se marcha, humillada, pensando que la han tratado igual que a una chavalita a la que su madre pilla llevándose a su rollete a casa el fin de semana que sus padres se iban a ir a la playa.
Unas semanas después, la píldora postcoital se vende en farmacias, libremente y sin receta. La treintañera ya no teme que a su primita le salgan escamas. Y si le salen, ella sabrá.

5 comentarios:

  1. A mí esto de dificultar el acceso a cosas útiles siempre me ha inquietado. En el caso de la píldora no es cuestión de que la vendan en farmacias (como hace tiempo que hacen en toda Europa y no ha pasado nada) o no, el problema es la información y la educación... y eso no lo arregla una enfermera de planificación familiar. Y oye! que el farmacéutico no es una máquina expendedora, que te escucha, te aconseja y si no ha de venderte algo no te lo vende...

    Para mí es un paso adelante importante el que dio este gobierno en este tema, y es que me da la sensación que lo único que hacen medio bien es política social...

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  2. Vaya, qué responsabilidad. Haciendo cambiar a la gente de opinión y todo. :)

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  3. De eso se trata marmota, en mi curro lo llamarían sinergia, ishhhh! :S

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  4. Eso me pasó a mí sin ser treintañera. Se te rompe un condón y ve a correr.

    Ningún método anticonceptivo (excepto la vasectomía o la ligadura de trompas... y aún así...) es 100% seguro. Y también me trataron como una "niñata" y me repitieron varias veces si me la había tomado más veces de diferentes maneras para ver si colaba.

    Que te las dan con nocilla y delante de ella, claro, no vayas a dársela a tu amiga que te espera fuera y le da vergüenza pasar porque ya se ha tomado 5, según la enfermera, porque es virgen la pobre de mi amiga, no ha encontrado a su hombre. Pero eso da igual. Porque sólo cuentan las apariencias. Si vas a abortar te tratan más o menos igual. No lo sé, no he ido todavía (y no creo que lo haga).

    Luego tuve que ir a un centro de planificación familiar un domingo que abren cuando les sale de las popas porque en las 5h en el hospital de urgencias que fui no me atendían (es lo que tiene la Sanidad). 48h más tarde del coito. Y para animarme, la mujer, me dijo que estaba ¡¡en mis mejores días!! ¡¡Yuhu!!

    Con lo de la píldora se avanza mucho para los accidentes, pero poco para las "niñatas" que seguirán haciéndolo sin condón y sin control de cuántas llevan.

    Un saludo ^^

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  5. Quizás los hombres no podamos opinar mucho del tema. Muchos somos lo que seguimos el lema "no plastifiques mi corazón" como cantaba Chenoa, y como buenos machos, metemos la hortaliza, dejamos las "pepitas", y nos olvidamos. La responsabilidad queda en la mujer. Se dice -"Que tomen ellas las pastillas. Son las que tienen más que perder.", sin pensar en los riesgos a medio/largo plazo que conlleva para la salud, estos medicamentos. Las mujeres, que se han de adaptar a una sociedad laboral diseñada para "recursos" que no entiende de géneros y familias, pasan por el aro, como siempre han hecho. La solución no esta en las pastillas, pasa por implicarnos todos, aceptar nuestra responsabilidad, y como bien dice Robert, por una correcta educación.

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