jueves, 9 de abril de 2009

Presentación


Nací en Barcelona a principios de los 80. Pertenezco a lo que podríamos llamar la generación del desencanto. Es lo que mamamos desde pequeños, la política no nos interesa porque no nos identificamos con ella. Los problemas sociales son demasiados y demasiado graves, no podemos hacer nada. Nos bombardean con ellos cada día y casi nada nos conmueve. Bastante tenemos con salvar nuestro culo. ¿El pensamiento critico? nadie nos escucha y en la escuela, ¡ja!, en la escuela rara vez se nos alienta a ello... y eso que yo fui un buen estudiante, un chico bien adaptado al sistema.
¿Cómo? ¡Eureka! de eso se trata, el sistema... sí sí, lo empiezo a ver claro, un antisistema es un demonio, alguien que pasa por el aro es bueno, porque, como oí el otro día en una película americana (enorme gota de sudor) esto es una meritocracia, y si haces las cosas como debes, todo saldrá bien, y acabarás en el puesto que te corresponde independientemente de tu casta.
Sí sí, es una teoría alentadora. Que lástima que sea una falacia porque, que es hacer lo que debes? Ver, oír y callar, no cambiar ni una coma en lo establecido. A cambio de que? Un poco mas de dinero un poco mas de "posición social" pero, en realidad tu posibilidad de progresión esta tremendamente limitada según cómo te llames, muy limitada y el precio a pagar es alto, muy alto.

Siempre me he llenado la boca de decir que yo tengo principios, que no voy a pisotear al de mi lado por quedar bien con el jefe, profesor o con la gente guay del ámbito que sea pero, en realidad, no estoy haciendo nada. Y eso, hoy, va a empezar a cambiar.

Este es el camino de alguien que no sabe demasiado pero que se intenta desperezar, porque no hay que ser un experto en nada para opinar, no hay que ser un experto para proponer. ¿Álguien quiere caminar?

2 comentarios:

  1. Caminante, son tus huellas
    el camino y nada más;
    caminante, no hay camino,
    se hace camino al andar.

    Al andar se hace camino
    y al volver la vista atrás
    se ve la senda que nunca
    se ha de volver a pisar.

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